30 de noviembre de 2016

Cuando me enamoro

Sí. Has leído bien. Me enamoro. Yo. Vega. Enamo-¿qué? ¿Tú? Sí, yo.

Me he enamorado.

Y mucho. Y muy fuerte. Y muy real.Y… (de nuevo)… ha sido de una ciudad.

Eso ya es otra cosa, ¿verdad? Bastante más creíble.  ¿Vega enamorándose de ciudades? Nah, nunca. ¿Vega queriendo vivir en todas las ciudades que visita? Que vaaaaa.

Pero es que esta es especial. Esta tiene algo. Tiene algo que me atrae. Y es que es diferente. Es diferente a las que he visitado antes. Es una mezcla. Un mezcla de vidas. De culturas. De arquitectura. De sensaciones. De sentimientos. Es una mezcla. Y  me gustan las mezclas. Porque tienes de todo. De todo en poco espacio. Y no es una broma. Que no. Que en esta ciudad de la que os hablo he visto América, China, Italia y África en un radio de cinco kilómetros cuadrados. No es ninguna broma. La pura realidad. Es como vivir en una película. Esa típica película americana. Con todas las casas de colores. Estrechas y preciosas. Situadas en enormes colinas... Eso es San Francisco. Una película.






Aunque he de decir que no todo es positivo. Hay más contrastes. No solo culturales. No ha sido eso lo más impresionante. De hecho, ha habido algo que me ha impactado. Y mucho. Y es uno de los (pocos) puntos negativos que veo a esta ciudad. He visto la pobreza más absoluta y una riqueza impresionante en cuestión de dos calles. Dos-calles. Sí. Así de triste. Así de doloroso. Y lo peor. La pasividad de la gente. ¿Cómo puede la gente pasear por esas calles repletas de gente sin hogar, durmiendo en la calle, y con sus bolsas de Macy’s en la mano llenas de ropa de marca? ¿Cómo no puede caérseles la cara de vergüenza? ¿Cómo no se les encoje el corazón?

Y es que creo que he visitado la ciudad en un momento clave del consumismo y materialismo americano. El Black Friday. No podéis imaginar las avalanchas de gente en las tiendas. No poder pasar por ciertas calles porque están rebosantes de personas gastando su dinero sin control. Sólo porque hay rebajados algunos artículos. Sí, algunos. Porque ni siquiera son todos. Cuatro artículos de hace 6 temporadas y que no ha habido forma de vender antes. Y la gente pegándose por ellos. Todo muy absurdo. Todo muy ridículo. 



Es cierto que es doloroso y triste ver esa situación. Pero la ciudad, aparte de eso, es una de las más bonitas que he visto. Una ciudad de película. Totalmente de película. Y es que muchas, pero muchas películas han sido grabadas en San Francisco. En sus calles empinadas. Llenas de colinas. Me río yo de las 7 colinas de Lisboa. Me río yo de Seattle y de Bellevue.



Nunca. Nunca. Pero NUNCA-EN-LA-VIDA he sufrido tanto para llegar de un punto a otro. 
Dos puntos que en el mapa parece que están a una distancia insignificante. Y de repente en esa mínima distancia tienes que subir y bajar 8 colinas distintas. Y no pequeñitas exactamente. “NO HAY DOLOR, MIRA QUÉ PIERNASAS VAS A TENER CUANDO ACABE EL DÍA”. Y ahí estoy yo. Subiendo y bajando. Bajando y subiendo. Haciendo 22 kilómetros por día. Y que a alguien se le ocurra cuestionarse si estoy en forma. Que acabaré como una foquita este año. Pero una foquita que puede con San Francisco A PIE. Sin tranvía,, ni autobús, ni nada de nada...¡a dolor vivo!



Y es que es una ciudad que merece la pena patear. Es una ciudad por la que HAY que perderse. Es una ciudad en la que subir colinas merece la pena. Y llegar a la cima. Y ver la bahía. Y ver el resto de la ciudad a tus pies. Es una ciudad que enamora. Simple y llanamente.



Eso sí. ¿Recordáis el verano que había vivido los dos primeros días? El día que fui a San Francisco voló. Se esfumó. Chao. ¡Adiós verano!. Y, sin más, llegó el invierno. Llegó el 25 de noviembre. No iba a tener tanta suerte. No. Eso no me pasa a mi. Y lluvia. Y viento. Y frío. Y caminar y más caminar sin parar. Pero eso no fue impedimento para enamorarme....





Ferry building. Peer 39. Fisherman’s Wharf. Ghiraldelli square. Hyde Street. Lombard Street (la calle más sinuosa “del mundo”). Union Square. Barrio chino. Barrio italiano. Coit ower. Barrio africano. Cena en el restaurante de Forest Gump. Vistas impresionantes al Bay Bridge. Primer día superado.



Golden Gate Bridge. Baker Beach. Lands End. Golden Gate Park (una "mierda" de park, que no os engañe el nombre; es más un parque nacional. Yo me imaginaba una especie de Retiro y ...nanai, una locura lo enorme que es). Haighs Street. Bacon Bacon (gracias Enriquito por cuidar de la salud de tu hermana y recomendarle la hamburguesa más -calórica y deliciosa- del mundo, con bacon empanado). Castro. Dolores Park. Tarta de limón (que no le llega ni a los talones a la tuya, Chusita) en Tartine Bakery. Banana Slipt. Twin Peeks.


Y como podéis observar. No he parado de comer. No-he-parado. Y, como podéis observar, todo super healthy y saludable. Pero me lo he merecido. ¡Que he caminado un montón! Así que nada de juzgar.





En definitiva. Ha sido un viaje increíble. Y recomiendo San Francisco como lo que más. Así que… Mamá. Enrique. ¡Venid a San Francisco!. No a Nueva York. Que yo quiero volver. Y la próxima vez… BAÑARME. Que esta vez ni me he atrevido del frío que hacía (siento decepcionaros Mariana, Alba, Juanamary, Maialen… no era posible, la próxima vez, prometido).

¡Buenas noches/días/tardes a todos!


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